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Todo el mundo trata de realizar algo grande, sin darse cuenta de que la vida se compone de cosas pequeñas.
Frank ClarkInicialmente los licores fueron elaborados en la Edad Media por físicos y alquimistas como remedios medicinales, pociones amorosas y cócteles afrodisíacos. A menudo no se detectaba su alto contenido alcohólico y en consecuencia su ingesta permitía lograr propósitos poco habituales.
La historia de la producción de los licores se ha sucedido en paralelo al desarrollo y avance del alambique, elemento imprescindible para la obtención de cualquier destilado y traído a la península por los árabes. Su variedad es tan amplia que, probablemente, no exista ningún rincón del planeta en el que los habitantes de la zona no fabriquen un licor tradicional.
Es precisamente esta gran variedad de tipos lo que dificulta una definición que los englobe. No fue hasta finales de la Primera Guerra Mundial cuando se consiguió una definición de consenso según la cual los licores son “bebidas hidroalcohólicas aromatizadas obtenidas por maceración, infusión o destilación de diversas sustancias vegetales naturales, con alcoholes aromatizados, o por adición a los mismos de extractos aromáticos o esencias, o por la combinación de ambos”.
Históricamente el licor ha sido un producto cuya calidad depende del bajo contenido en cal del agua empleada para su elaboración, de una apropiada segunda destilación y del posterior añadido de azúcar, que debe estar rigurosamente cuidado.
Por lo que a su clasificación se refiere, los licores naturales son aquellos cuyos componentes -frutas, bayas, hierbas, etc.- se han destilado junto al aguardiente de partida. Por el contrario, los licores artificiales se obtienen por una simple maceración de esos productos en alcohol (durante un tiempo más o menos prolongado). A su vez, en ambas categorías podemos hablar de licores simples, es decir, aquellos en los que junto al alcohol solo entra un componente y licores mixtos, aquellos en cuya elaboración intervienen varias sustancias.
Existen versiones muy dispares sobre la procedencia del ron. Aún así, parece ser que Asia fue el continente originario de este destilado debido a la existencia de abundantes plantaciones de caña azucarera. Valorada inicialmente por el azúcar, pronto se descubrió que tenía otras posibilidades: podía fermentarse el espeso líquido marrón ("melaza") que queda una vez realizada la extracción del azúcar y destilarse para producir esta estimulante bebida alcohólica.
Los árabes fueron los primeros en destilar la caña de azúcar. Ellos la trajeron a España para que, una vez comenzara el proceso colonizador, ésta fuera llevada a las Américas por los colonizadores españoles. En 1493, Cristóbal Colón también contribuyó a ello.
Algunos autores latinos mencionan en sus textos que los persas ya disfrutaban de la existencia de una "caña con un jugo muy superior a la miel, sin que fuera necesaria la acción de las abejas para su consecución". Por su parte, los egipcios de los tiempos faraónicos también sabían extraer azúcar de la caña, aunque solo obtenían un azúcar blando.
La difusión del ron en los siglos XVII y XVIII se debió básicamente a los hombres la mar, sobre quienes se forjó la imagen del bucanero ebrio de ron para celebrar sus conquistas y saqueos.
A finales del siglo XIX, ocurrió un colapso de los precios del azúcar por lo que hubo la necesidad de buscar nuevos mercados. De aquí se originó la idea de producir un nuevo ron, el rhum agricole de las Antillas Francesas. En este caso, el alcohol no se obtenía de la melaza, sino por destilación del jugo de caña fermentado.
La palabra “whisky” debe su origen a “uisge beata”, que en gaélico significa “el agua de la vida”. Con el tiempo, “uisge” se transformó en la forma inglesa “whisky”.
El primer registro de este destilado de cebada y centeno se remonta a los Celtas. Dicho brebaje era considerado como un regalo de los Dioses dado que “revivía” a los muertos además de calentar durante los fríos inviernos.
Su origen está íntimamente relacionado con la historia de Inglaterra e Irlanda. Fue un fraile, Juan Cor, quien destiló por primera vez whisky en Escocia a finales del siglo XV, logrando una producción cercana a los 1500 litros.
El arte de la destilación se desplazó de los monasterios al pueblo, y fue necesario un siglo para que se regulase y se emitiese la primera licencia de destilación en Irlanda. A partir de este momento su reconocimiento se extendió muy rápidamente dando el salto a Estados Unidos a mediados del siglo XVIII de la mano de inmigrantes ingleses e irlandeses.
Su difusión masiva comenzó como un antídoto contra la pena, por lo que dicha “medicina” era consumida mayoritariamente en funerales, o por personas que habían perdido a un ser querido. Con el tiempo, el beber y brindar se transformó en un acto de alegría y el brindis se puso de moda. El preciado elixir fue ganando popularidad debido a sus propiedades reanimantes y también gracias a su delicioso sabor y aroma.
En el primer cuarto del siglo XX se empezó a emplear la madera (normalmente de roble) como parte del proceso de elaboración, hecho que supuso una importante mejora por lo que a sabor se refiere. Sin duda, la característica distintiva del whisky es su envejecimiento en toneles y, por ello, la madera es la responsable de su color dorado, del aroma tostado y de su gusto amargoso y seco.
Su nacimiento e invención es atribuido a los holandeses, en concreto a un médico anatomista del siglo XVI llamado Franciscus de la Boe. Este doctor fue quien elaboró un elixir a partir de la destilación de un alcohol en el que previamente había macerado bayas de enebro.
La ginebra es un destilado de cereales -principalmente maíz, centeno y cebada malteada- perfumando con plantas aromáticas que nace con fines estrictamente medicinales. En este sentido, la ginebra era un tónico estomacal caracterizado por sus propiedades diuréticas.
Alcanzó gran popularidad gracias a la expansión comercial holandesa que se produjo entre los siglos XVI y XVII ya que sus barcos la dieron a conocer en numerosos puertos de Europa.
En los siglos posteriores, su consumo se extendió por todo el mundo y acabó siendo muy apreciada en Inglaterra, gracias al papel que desempeñó Guillermo III de Orange. Este líder de origen holandés subió al trono británico tras la Revolución Gloriosa (1688) y potenció en consumo de ginebra en detrimento -mediante elevados aranceles- del coñac francés y el whisky, ambos muy preciados hasta el momento.
Como resultado de un exceso de consumo y de la mala calidad de determinadas ginebras, se introdujeron los impuestos. En consecuencia, la ginebra se encareció y aumentó su calidad, empezando así un firme ascenso hacia las clases altas. En Inglaterra se popularizó su consumo hasta el punto que se empezó a fabricar una variante propia que denominaron ginebra seca, considerada como uno de los mejores espirituosos del mundo.
El clásico Gin-Tonic fue creado -en el siglo XIX- por los británicos que fueron enviados a la India a servir al Imperio. En aquella época tomaban quinina extraída de los árboles, mezclada con agua y aromatizantes, para evitar contagiarse de la malaria. Más tarde, sustituyeron el agua por la tónica para hacerla más digerible. Además, era el combinado alcohólico ideal para celebrar las sucesivas victorias de las tropas británicas en la India.
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